Por: José Dunker L.
La derrota de Leonel Fernández en las primarias del PLD no es un hecho fortuito sino la muerte de una esperanza.
Bosch quiso construir un partido diferente a los tradicionales, formado por gente que sirviera “al partido para servir al pais”, y para eso creó “Vanguardia del Pueblo” y los círculos de estudio, en los que el militante pasaría de un nivel a otro hasta formarse como ciudadano responsable.
Por problemas de salud Bosch tuvo que permitir su relevo, algo para lo cual no se había preparado, y ahí vino la figura atractiva de Leonel. Dentro del PLD se hablaba de un joven brillante, profesor meritísimo, con una palabra florida y una personalidad contagiosa, aunque sin experiencia gerencial. Leonel tuvo una oportunidad histórica como se presenta muy pocas veces en la vida, y fue electo presidente en 1996, por una rarísima alianza de Bosch con Balaguer, y ahí mismo comenzó el problema, pues luego se cruzaron los cables, y el librito de Bosch fue sustituido por el librito de Balaguer.
La trampa histórica se inició con la oposición a ultranza de un congreso dominado por la oposición, y que rechazó cada iniciativa del joven Presidente, y todos recordamos el abucheo lamentable que se produjo en el funeral del doctor Peña Gómez. Por dos años el joven presidente no daba pie con bola, y el país parecía estancado, hasta que vino una idea genial: la construcción de infraestructuras físicas, como lo había hecho Balaguer, y de esa manera, se hizo el intento quizás honesto de hacer de la capital un “nueva york chiquito”, aunque no se resolvieran los problemas fundamentales.
La otra vertiente fue con la propia militancia del PLD. Los nuevos funcionarios, algunos que llegaron en su motorcito o en carros destartalados, de repente aparecieron con sus tremendas jeepetas, creando envidia en sus correligionarios que seguían a pie, y de ahí vino el PEME, llamado a ser provisional, pero que luego se hizo permanente; las nominillas, y algunos puntos flagrantes de corrupción. El desenfreno vino en las siguientes administraciones. Leonel soltó por completo el librito de Bosch y cogió el de Balaguer, pero enriquecido con su propio estilo. Me han dicho que en una reunión del comité politico se dijo: ‘no podemos seguir dependiendo de los comerciantes para hacer una campaña… cada funcionario tiene que hacer su propio barrilito’, y ahí comenzó la debacle de delitos que terminó en Odebrecht, y constituye el expediente más turbio en toda nuestra historia republicana.
Para completar el cuadro, vino el uso de los recursos del Estado para la campaña electoral, y la designación de jueces y congresistas complacientes, a fin de eliminar cualquier contrapeso en el Estado, y de esa manera estábamos listos para gobernar por varios siglos.
Pero, con lo sucedido en las primarias se muere la esperanza, y el discípulo que deshonró a su profesor terminó cayendo en la trampa que hizo para sus oponentes.