“Dos países y una isla” es una crónica de las relaciones entre Haití y RD, complejas y difíciles de analizar, principalmente para haitianos y dominicanos.
Me ha sido útil el trabajo de Jorge A. Montilla (2005), de Puerto Rico, sobre las relaciones entre puertorriqueños y dominicanos: “No hace mucho tiempo atrás en Puerto Rico circulaba una hoja suelta, sin firma ni fecha, tildando a un grupo de migrantes de ‘plaga’. Esa hoja suelta señala la presencia de esos migrantes como una invasión que desplaza a los trabajadores nativos y abarata sus salarios. Les acusa de ocupar viviendas sin pagar renta ni servicios de agua y electricidad. Acusa a las mujeres migrantes de ‘está(r) pariendo como güimas (conejos, curios) en los hospitales públicos’. Les culpa de haber traído consigo ‘la sífilis, la tuberculosis, el SIDA, la plaga de piojos’. También les culpa por alcoholizar a la juventud del país y les responsabiliza por la prostitución. Indica que estos emigrantes ‘insultan, amenazan, intimidan’ y obligan a mudarse de su país a los nacionales. Los acusa de ‘traficantes de drogas criminales, mafiosos’. En sus últimas líneas el comunicado pide que los nativos levanten un grito de guerra y defiendan su país de esta ‘plaga’ ”.
El trabajo hace preguntas importantes: “Podemos justificarnos pensando que se trata de extremistas, quizás los mismos que a mediados de la década pasada pintaron con aerosol ‘Muerte a los dominicanos’ en un muro de una avenida principal de San Juan. Pero si el temor y el desprecio a los dominicanos es asunto de extremistas, ¿Por qué no faltan en las reuniones sociales esos chistes tan populares basados en la presunta falta de inteligencia de los dominicanos? Tengo conocimiento de que aquí en Dominicana se distribuyen hojas similares y se pintan murales antihaitianos. ¿Por qué tildar de dominicano a un puertorriqueño adviene en insulto grave? ¿Por qué tildar de haitianos a los dominicanos es un insulto grave? ¿Qué nos pasa con nuestros vecinos?”
Para el autor la situación es universal: “El prejuicio contra los dominicanos no se basa solamente en su nacionalidad ni en sus rasgos culturales y socioeconómicos, sino además y quizás primordialmente en nuestra percepción de su mayor negritud. No se puede desvincular la lucha contra el prejuicio racial en Puerto Rico de la lucha contra el prejuicio hacia los dominicanos. Los dominicanos constituyen en su gran mayoría un grupo oprimido en Puerto Rico, así como los puertorriqueños son un grupo oprimido dentro de los Estados Unidos, y a su vez los haitianos lo son en República Dominicana”.
Es inevitable el rechazo que recibe el inmigrante de un país pobre cuando emigra a otro de mejores condiciones, como sucede con los dominicanos que emigran a PR, o los puertorriqueños que emigran a los Estados Unidos, pero ese rechazo no es gratuito, sino que se dispara por costumbres diferentes, maneras de hablar, y por diferencias raciales.
El fenómeno se agrava cuando ha habido guerra, debido a la tendencia de parte y parte a satanizar al contrario, lo cual persiste en tiempo de paz, en forma de prejuicios, difíciles de reconocer.
Haití y RD tienen un elemento adicional, y es que son dos pueblos compartiendo la misma isla, como hermanos siameses, cada cual con su propio cerebro y su propia mente, pero unidos en el mismo cuerpo, a lo cual se suman las diferencias de carácter, pues no hay rivalidad fraterna más difícil que la que se produce entre dos hermanos unidos por el mismo cuerpo.
“Dos países, y una isla” es un ensayo para que podamos aplicar, de uno y otro lado, una política de buena vecindad.